Horney sostenía la opinión de que el individuo afronta la ansiedad que le produce el hecho de sentirse inseguro, no amado y no valorado alienándose de sus verdaderos sentimientos y elaborando sofisticadas estrategias de defensa. Centra su atención en el escudo protector que crean las estrategias interpersonales de acercamiento, alejamiento y lucha con las otras personas, que dan lugar a las correspondientes soluciones neuróticas de conformidad, desapego y agresión. En Neurosis y madurez analizó las defensas intrapsíquicas y mostró el modo en que la idealización de uno mismo genera la búsqueda de la gloria, una modalidad patológica de orgullo preñada de imposiciones tiránicas y odio hacia uno mismo.
En su opinión existen tres fuentes de neurosis: los miedos infantiles, las defensas contra estos miedos y las situaciones realmente conflictivas.
La neurosis no se origina tanto en la frustración de los instintos como en la conducta de los padres que tratan al niño de manera incoherente y no pueden proporcionarle “el sentimiento de apoyo y protección” que necesita para contrarrestar su sensación de impotencia.
Cuando la neurosis impide que los padres amen al niño o piensen en él como el individuo singular que es, el niño pierde confianza en el mundo, lo ve como algo amenazador.
Horney rechaza la afirmación de Freud de que la neurosis se origina en la contradicción existente entre la cultura y el instinto. Para ella el conflicto tiene lugar cuando el entorno frustra nuestras necesidades emocionales y nos inspira miedo y hostilidad.
Según Freud el ser humano es intrínsicamente insaciable, destructivo y antisocial pero, en opinión de Horney todas estas facetas no son expresiones del instinto, sino respuestas neuróticas a las condiciones ambientales adversas.
Horney le da importancia al desarrollo emocional en la infancia. Señala que son las condiciones familiares patogénicas las que hacen que el niño se sienta inseguro, falto de amor y despreciado. Le generan una ansiedad que le llevan a sentirse desvalido en un mundo potencialmente hostil, lo que trata de mitigar adoptando estrategias defensivas, en deterioro de su espontaneidad, tales como: la búsqueda de amor, la búsqueda de poder o la indiferencia.
Señala como objetivos de la terapia conseguir que la persona tenga unos sentimientos más directos y sinceros hacia los demás, es decir que reemplace las estrategias deliberadas o automáticas por la espontaneidad. La terapia debe ayudar a la reorientación, integración constructiva y conocimiento de uno mismo. Manteniendo a su vez muy presente la relación que la persona mantiene consigo misma y que en cierto modo ya está incluida en su relación con los demás.
En otras palabras, el objetivo de la terapia es ayudar a la persona a descubrir el yo real, redescubrir sus sentimientos, deseos y creencias reales y a tomar sus propias decisiones. Porque sólo encontrándose a sí mismo podrá crecer y desarrollarse.